La firma de los Acuerdos de Paz –suscritos en Chapultepec, México, el 16 de enero de 1992– constituyeron la opción más inteligente adoptada por las partes beligerantes para desmontar el conflicto bélico que había ocasionado pérdidas económicas considerables al país, e innumerables pérdidas humanas en ambos bandos.
Los gestores y actores que dieron vida a estos Acuerdos actuaban con la convicción y la certeza de que esta sería la solución que sacaría al país de la crisis en que se encontraba. La situación coyuntural que se vivía a escala mundial con la desmembración de la ex URSS y la situación del empantanamiento del conflicto contribuyeron a la aceleración de estos Acuerdos.
A 20 años de la firma de estos Acuerdos, el país continúa inmerso en una situación socio-económica gravísima que exige una revisión de ellos, que permita hacer una reingeniería que enrumbe al país por mejores derroteros en lo socio-político y económico.
Los cambios y las crisis que se experimentan a escala mundial en los aspectos mencionados deben de hacernos reflexionar para tomar medidas que nos permitan evitar caer en la situación que están atravesando los países europeos y de otros continentes.
No debemos continuar creyendo que todo camina por inercia, y que las cosas se irán resolviendo por sí solas. Si continuamos anteponiendo los intereses personales a los del país, será difícil que podamos reactivar la economía del país y erradicar el flagelo de la violencia que no da muestras de disminuir.
No es correcto dedicarse a hacer predicciones apocalípticas sobre lo que podría ocurrirnos en el campo económico y social, si no se corrigen los procedimientos y métodos usados hasta hoy, pero debemos entender que el país se encuentra al borde de caer en una crisis económica parecida a la de Grecia, si no se toman medidas urgentes que reactiven la economía por medio de la inversión de capital nacional y externo.
Las políticas gubernamentales deben de dar un giro de 180 grados en el sentido de no continuar retardando la apertura del Asocio para el Crecimiento, que permita por ejemplo el inicio del funcionamiento del puerto de La Unión, por decir algo, para generar divisas frescas, y no insistir en poner los huevos solo en la canasta de la imposición fiscal.
Urge un cambio de paradigmas en la sociedad salvadoreña, que permitan evitar hacer de pequeños problemas grandes conflictos, que bien pueden resolverse con un poco de tolerancia y comprensión.
Un ejemplo reciente es la polémica desatada por la destrucción del mural en la Catedral Metropolitana. Algunos consideran que se ha atentado en contra del patrimonio cultural de los salvadoreños, pero otros sostienen que no está mal hacer cambios en la fachada de la Catedral, donde se podrían usar mosaicos que representaran las imágenes a gran escala de Jesús resucitado y María Auxiliadora u otros santos. Además las imágenes de los diferentes mártires relacionados con el conflicto bélico, como Monseñor Romero y los sacerdotes jesuitas que ofrendaron su vida para alcanzar la paz del país.
Al encontrarnos a las puertas de la celebración de otro aniversario de los Acuerdos de Paz, debemos de entender que si fuimos capaces de solucionar un conflicto de gran envergadura, debemos de saber solucionar también la violencia delincuencial.
Los gestores y actores que dieron vida a estos Acuerdos actuaban con la convicción y la certeza de que esta sería la solución que sacaría al país de la crisis en que se encontraba. La situación coyuntural que se vivía a escala mundial con la desmembración de la ex URSS y la situación del empantanamiento del conflicto contribuyeron a la aceleración de estos Acuerdos.
A 20 años de la firma de estos Acuerdos, el país continúa inmerso en una situación socio-económica gravísima que exige una revisión de ellos, que permita hacer una reingeniería que enrumbe al país por mejores derroteros en lo socio-político y económico.
Los cambios y las crisis que se experimentan a escala mundial en los aspectos mencionados deben de hacernos reflexionar para tomar medidas que nos permitan evitar caer en la situación que están atravesando los países europeos y de otros continentes.
No debemos continuar creyendo que todo camina por inercia, y que las cosas se irán resolviendo por sí solas. Si continuamos anteponiendo los intereses personales a los del país, será difícil que podamos reactivar la economía del país y erradicar el flagelo de la violencia que no da muestras de disminuir.
No es correcto dedicarse a hacer predicciones apocalípticas sobre lo que podría ocurrirnos en el campo económico y social, si no se corrigen los procedimientos y métodos usados hasta hoy, pero debemos entender que el país se encuentra al borde de caer en una crisis económica parecida a la de Grecia, si no se toman medidas urgentes que reactiven la economía por medio de la inversión de capital nacional y externo.
Las políticas gubernamentales deben de dar un giro de 180 grados en el sentido de no continuar retardando la apertura del Asocio para el Crecimiento, que permita por ejemplo el inicio del funcionamiento del puerto de La Unión, por decir algo, para generar divisas frescas, y no insistir en poner los huevos solo en la canasta de la imposición fiscal.
Urge un cambio de paradigmas en la sociedad salvadoreña, que permitan evitar hacer de pequeños problemas grandes conflictos, que bien pueden resolverse con un poco de tolerancia y comprensión.
Un ejemplo reciente es la polémica desatada por la destrucción del mural en la Catedral Metropolitana. Algunos consideran que se ha atentado en contra del patrimonio cultural de los salvadoreños, pero otros sostienen que no está mal hacer cambios en la fachada de la Catedral, donde se podrían usar mosaicos que representaran las imágenes a gran escala de Jesús resucitado y María Auxiliadora u otros santos. Además las imágenes de los diferentes mártires relacionados con el conflicto bélico, como Monseñor Romero y los sacerdotes jesuitas que ofrendaron su vida para alcanzar la paz del país.
Al encontrarnos a las puertas de la celebración de otro aniversario de los Acuerdos de Paz, debemos de entender que si fuimos capaces de solucionar un conflicto de gran envergadura, debemos de saber solucionar también la violencia delincuencial.
Escrito por Salvador Guevara Casco
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